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Crónica Japón, octubre-noviembre 2019.

He esperado 40 años como practicante de aikido antes de efectuar mi primer viaje al país del sol naciente y cuna de las artes marciales, Japón. Fue en noviembre de 2018. Practiqué en el dojo de Soke Hisashi Nakamura recientemente fallecido y corazón de esta Ryu tradicional fundamentada en el pasado samurái de Japón desde el siglo XII. Fue una experiencia única de sentir la energía de esas paredes testigos de tantos keikos y conocer a su viuda antes de inclinarme delante de la foto del altar de Soke. Una cena en el mismo tatami clausuro este formidable encuentro con la tradición.
Un año después he vuelto para asistir acompañado de mi fiel alumno y amigo Raúl sensei a la entronización del nuevo Soke, Shuji Nakamura, hijo de su difunto padre. Es un hombre amable, sonriente, cortés y muy respetuoso. Su mirada inquisitiva y penetrante, a la vez de bondadosa, indaga hasta lo más profundo de nuestro ser. ¿Quién soy para hablar de su estilo? Pienso que 40 años observando maestros de budo me autorizan a dar mi opinión. Pocas veces he visto un maestro que conseguía reunir, potencia y precisión, armonía y elegancia, verticalidad y estabilidad así como una energía controlada. Muy diferente de muchos maestros que utilizan el uke como carne de cañón durante las exhibiciones. Pero lo que más me impactó es su precisión quirúrgica en todas las disciplinas y sobre todo en el manejo del iaito. La coreografía de esta caligrafía espacio temporal precisa y bella es la prueba de un hara potente y de un espíritu estable. No cabe duda de que la elección de Shuji Nakamura Shihan a la cabeza de esta Ryu nos permite ver el futuro con tranquilidad. El esfuerzo de Corinne y Valmy sensei desde hace 13 años por reanudar con la fuente de la Takeda Ryu se ve recompensado con esta nominación que espero permitirá la apertura de numerosos sobukai en todo el mundo.
Fue un gran honor y la prueba de nuestro vínculo con Takeda Ryu Nakamura Ha estar presente con los más de doscientos invitados a esta ceremonia. Seis países y dieciocho sensei de Europa y África. De Bélgica, Corinne Barthelemy y Valmy Debot sensei, Bernard Dufrene y Richard Gillet sensei, Didier Lorea, Bruno Granata y Mickael Fernandez sensei, Jos Geussens y Gerald. Del Reino unido Nicolás Lefebvre. De Marruecos Othman Bouhait sensei. De Francia Alain Sauladier sensei y Fabien Lecomte sensei de Polinesia. De Estonia Bert Van den Plas sensei y de España, Olivier Rousselon, Raúl Riesco y Mario Alonso sensei.
Vivimos en directo y con traje de etiqueta la transmisión de la autoridad de la Escuela al nuevo Soke con la entrega de la valiosa catana perteneciente a la ryu…..y los documentos propios de la Escuela, así como la entrega del título de Kaiden al nuevo Soke. Siguieron discursos de las más altas autoridades presentes y la entrega de un ramo de flores a la viuda de Soke Hisashi Nakamura . Después del discurso de Valmy sensei en representación de Occidente una exhibición de algunas disciplinas y una foto reunió todos los miembros de Takeda Japón.
Entrenamos en los Dojo del nuevo Soke Nakamura Shuji, de Sofue Kaiden y Morita Okuden Shihan. Iaido, shuriken, aikido, jukenpo y jo koryu. ¡Qué interesante! Cada uno con su pedagogía propia en unos lugares que respiran algo especial. El que más el de Morita sensei mas pequeño y humilde pero lleno de una energía vibrante como su dueño. Las comidas que siguieron los keikos, típicamente japonesas y con la presencia de nuestros maestros fueron
excelentes y divertidas con numerosos kanpai.
La experiencia más increíble fue el sábado, día de regreso para la mayoría, pero para Raúl y para mi, un día de turismo. Todos los días nos levantábamos a las seis para aprovechar a tope y descubrir Tokyo. Aunque el santuario de Takeda Shingen en Kofu fue una etapa imprescindible para entender de dónde venimos y sentir en los monumentos del templo sintoísta y el viejo museo adjunto la atmósfera de las batallas del clan. Parques, templos, monumentos se sucedieron a marcha forzada con Raúl como guía, sin descanso ni piedad. Menos mal que los desayunos fueron pantagruélicos y nos permitieron aguantar todo el día.
Vuelvo al sábado. Siendo previsores nos llevamos los keikogi, nunca se sabe. Primer objetivo sacarnos fotos en la fachada del Honbu Dojo del Aikikai, templo mítico de todos los practicantes de aikido del mundo. Como no teníamos credenciales, vacilamos en entrar, pero al final nos acercamos al mostrador donde con los japoneses presentes un europeo nos miraba y empezó a hablar con su acento andaluz. La providencia se presenta cuando la pasión y el corazón van de camino. Que si, nos dijo Pablo, no hay problema si vuestros nombres están en el ordenador, hasta podéis entrenar. A punto para la clase de Kobayashi sensei. No lo podíamos creer, íbamos a entrar en un tatami cargado de historia. Y así fue, entrenamos durante una hora, yo con un hombre de unos setenta y pico años sin parar y super a gusto. Al final después del ritual de limpiar el tatami, propusimos a nuestros uke una foto en la cual se unió Sasaki sensei, amigo de Yasunari Kitaura Shihan. Un sueño se hizo realidad al cabo de cuarenta años. Ni corto ni perezoso decidimos hacer otras fotos esta vez en el Honbu Dojo de Takeda. Me encanta el barrio donde se ubica nuestro nuevo objetivo. Fachada austera y menos glamurosa que la anterior. El lugar respira, digamos, tradición y humildad. Miramos por todo los lados intentando adivinar el interior y sacando fotos, cuando aparece una camioneta con sensei Raiko al volante. ¿Otra vez la providencia? Pues sí. Una clase empezaba dentro de cuarenta minutos. El tiempo de pedir la autorización a Valmy sensei y de tragar algo consistente y estábamos en el mítico Honbu dojo de Takeda, donde tantos keikos efectuados por nuestros sensei belgas tuvieron lugar. Yoshida sensei , sorprendido de vernos, llamo enseguida a Soke, quien nos autorizó también a practicar y seguir una clase normal. Nada que ver con el pulcro tatami blanco y enorme visitado a la mañana. Este huele a sudor, sangre y lágrimas, pero las carcajadas de los niños presentes le da vida. ¡Qué emoción! La primera sala pequeña está cubierta de tatamis usados y remendados y los keikogi cuelgan del techo como antaño. La del segundo piso, más grande, da a la vía férrea que pasa a dos metros. La energía que reina aquí es increíble y las dos horas de jukenpo y aikido pasaron en un voleo. Hasta pudimos practicar batto shiai con un samurái vestido con su armadura de combate. Momentos inolvidables, sin hablar de la copita de después que se transformó en una magnifica cena y duro tres horas en un barucho típico y a la cual nos invitaron.
Nos vamos de Japón con el corazón lleno de gratitud y energía. Gracias a todos los shihan, sensei y alumnos japoneses que compartieron con nosotros sus conocimientos. Un saludo a nuestros compañeros de viaje, siempre es un placer viajar juntos.

 

 

 

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